jueves, 20 de diciembre de 2007

El inicio


La noche no podía ser peor para partir, pero la decisión estaba tomada y él era incapaz de dar un paso atrás después de decidirse a ir hacia adelante. Por todos los medios la lluvia intentó convencerlo de que aquella era una pésima idea, pero parecia darle mas fuerza aún.

El carromato lo esperaba sereno, crujiendo al chocar contra el viento y el agua, fiel como el perro de un vagabundo que acompaña sin importarle la mayor de las adversidades. El farol que colgaba de la parte de atrás se balanceaba violentamente, pero como si quisiera aferrarse a aquella travesía con fervor, mantenía viva la pequeña llama de la vela que llevaba dentro.

Subió, sin mirar atrás dió unas palmaditas al caballo y dejó a su paso décadas de historia. La tormenta intentó durante horas acobardarlo, pero terminó dándose por vencida y se retiró.

Miró la luna, ahora si disfrutaba del viaje, del aire, del olor a tierra mojada que se mezclaba con los hondos sorbos que daba a su jarra de cerveza tibia. El carromato se deslizaba feliz sobre polvo y piedras, sus ruedas crujían demostrando que estaban allí, que eran parte de la travesía.

Cerca de un pequeño bosque el carromato fue frenado y la vela del farol se apagó de un soplido. Era tarde y llevaba varias horas de viaje, y demasiadas cervezas encima. Encendió una pequeña fogata, aseguró el caballo a un árbol y durmió, no sin antes hacer su primer dibujo del viaje.

Ni siquiera imaginaba la inmensa cantidad de historias que llenarían aquel viejo carromato...

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